Las ocho heridas
Estaba inmovilizada mirándome los antebrazos. Sucedió que tenía cuatro heridas por lado muy profundas y en forma de rombo. Tienen que haber tenido el tamaño de un dado promedio y estaban como teñidas con Povidona o alguna cosa anaranjada que mantenía sanas las heridas. Heridas que por ningún motivo debían cerrarse porque en realidad no eran heridas sino un ser humano que ocupaba mi cuerpo intrusamente y en forma de ocho agujeros. Recuerdo que me angustiaba que no se pudiera expresar. No nos podíamos comunicar porque existíamos en diferentes formas y por lo tanto teníamos códigos diferentes. Me sentía bastante invadida y atemorizada además por los ocho agujeros que de pronto habían aparecido. Después de un rato pude moverme. Caminé y moví los brazos, las heridas seguían ahí y yo seguía también con la sensación de pesar muy fuerte. En el fondo le tenía lástima porque era casi un vegetal, aunque algo me decía que además tenía eso, esa cosa eso, que llaman espíritu. Me quedaba pensando a