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Mostrando entradas de octubre, 2011

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Soñé que Georges Perec tenía tres años y lloraba desconsoladamente. Yo intentaba calmarlo. Lo tomaba en brazos, le compraba golosinas, libros para pintar. Luego nos íbamos al Paseo Marítimo de Nueva York y mientras él jugaba en el tobogán yo me decía a mí mismo: no sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte. Después se ponía a llover y volvíamos tranquilamente a casa. ¿Pero dónde estaba nuestra casa?   Tres , R. Bolaño     G. Pérec Tan sencillo como ponerle a un libro Las cosas

Son tus dos vidas simultáneas

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Francisco Tario Día 16 Hay mañanas claras y tristes. Y mañanas tenebrosas y heladas, llenas de dulces presagios. Es como si esta oscura mañana anunciase una luz sigilosa e inefable a través de las doloridas nubes. Desde el primer instante en la montaña reconocí tu voz (…) Te sentabas en un hueco de luz entre los árboles. Tú, con tu vestido morado. Y prometías: “Seré como tú”. Lo eres, lo fuiste. Mas quedaba algo: “Seré tú”. Tan sencillo. Admite que hasta el más infantil ruido ha adquirido de pronto una gravedad simbólica... El hombre te contemplará también y permanecerá ajeno. Tú le dirás fácilmente: “Pertenezco a la tierra, mi sangre no es sino suya y únicamente me siento a gusto entre mis semejantes, las piedras y las plantas”. El hombre se encogerá de hombros y pensará para sus adentros que es una lástima. Y me repito: ¿De qué extraña explosión, de qué vegetal ignorado, de qué luz, de qué llama y qué cruz estás hecha? De nadie
1 Necesito de la velocidad seguramente para interceptarte. Hacer un recorrido que acabe con la transparencia de las cosas. Yo no estuve contigo cuando tenías nueve años, pero podría aun llegar al colegio en donde estudiabas, hoy, con mi nombre y mi vida y presentarme como una más. Volver casi al término de la infancia para estar contigo y tu terror. Yo sabría ayudarte entonces. Es fácil imaginarte en cuarto básico por ejemplo, porque he visto fotos. Me acuerdo de una en donde tenías a tu hermano en los brazos y tu estabas sentado, creo, en la orilla de una cama. Es fácil hacer que luego te muevas y hables, que corras, los niños corren. Te imagino a veces riéndote de alguien, un poco burlesco como eres ahora, pero luego entristeciendo y quedándote callado, porque sabemos bien que esa burla recae en ti finalmente.