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Mostrando entradas de enero, 2012

Pálido fuego, día de otoño

Día de otoño Señor: es hora. Largo fue el verano.   Pon tu sombra en los relojes solares,   y suelta los vientos por las llanuras.   Haz que sazonen los últimos frutos;   concédeles dos días más del sur,   úrgeles a su madurez y mete   en el vino espeso el postrer dulzor.   No hará casa el que ahora no la tiene,   el que ahora está solo lo estará siempre,   velará, leerá, escribirá largas cartas,   y deambulará por las avenidas,   inquieto como el rodar de las hojas. Don Rilke 50 Yo tenía allí un nogal joven, favorito, de amplias hojas jade oscuro y negro, y fino tronco vermiculado. El sol poniente povonaba la corteza negra alrededor, como guirrnaldas desatadas, caían las sombras del follaje. Ahora es fuerte y rugoso; ha crecido bien. Las mariposas blancas se vuelven lavanda cuando atraviesan su sombra, donde parece mecerse delicadamente el fantasma del columpio de mi hijita. Nabokov - Pálido fuego

Hágase la luz

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Conmovedoramente exquisita una M se ha instalado en lugar de la doble L. Ella, que era todas las mujeres se ha individualizado en una que no es él y que por lo tanto  establece un continuo choque de  estanques de agua.  Nuestras cavidades no se están quietas jamás por lo que obviamente pueden rozarse formando acantilados y hasta corriente. Entonces, hágase la luz, si ella quiere beber de mí. Porque insiste en el blanco cuando decide cómo va a ponerme la mirada, en la desorbitación como constante, en el estado de inocencia que linda, como siempre, lo perverso. No sería extraño que esta mujer, particular mujer de la que hablo, un día, antes de almorzar, en pleno medio día acelerando los poros, me dejara con la vista vuelta hacia adentro, de manera que pudiera observar, a lo mejor, si nuestra divinidad lo permite, el choque de las neuronas más brillantes y los tumores que la pena alguna vez me instaló. Es un párrafo muy confuso y atolondrado

Sueño 6

Para que el dentista lo atendiera a uno había que madrugar. Había que sentarse con actitud de mártir en la sala de espera y obedecer con humilde contención a la enfermera de turno. Yo, hoy por hoy recuerdo bien pocas cosas, o para ser precisa, recuerdo con exactitud muy pocas cosas, con exactitud y certeza de que ocurrieron mientras estaba despierta. Hay una serie de recuerdos que no han ocurrido y no sé por qué razón han venido  a ocupar una parte de mi memoria como si hubiera espacio de sobra.  A pesar de esto podría asegurar que aquella ida al dentista ocurrió en otoño, más que por la temperatura lo sé por la luz de la estación. Podría decir también que fue una muela y no un diente lo que me fui a sacar y que la atención fue rápida, que quizá la muela saltó y que luego se fue al tacho de la basura. Tuve que haber salido del hospital a eso de las ocho de la mañana, luego tomé una micro y me senté en un asiento ventana por la mitad del bus. Recuerdo perfectamente la canción