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Mostrando entradas de junio, 2011

Tendremos un sueño para el invierno y otro para el verano

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Violario De un antiguo parecido mental con caperucita provendría, no lo sé, el hechizo que involuntariamente provoco en las viejas cara de lobo. Y pienso en una que me quiso violar en un velorio mientras yo miraba las flores en las manos del muerto. Había incrustado su apolillada humanidad en la capital de mi persona y me tenía aferrada de los hombros y me decía: mire las flores... qué lindas le quedan las flores... Nadie hubiera podido conjeturar, viendo mi estampa adolescente, que la vetusta femme de lettres hacía otra cosa que llorar en mi cuello. Abrazándose estrechemente a mí, que a mi vez temblaba de risa y de terror. Y así permanecimos unos instantes, sacudidos los cuerpos por distintos estremecimientos, hasta que me quedó muy poco de risa y mucho de terror. Seguí mirando las flores, seguí mirando las flores...Yo estaba escandalizada por el adulterado decadentismo que ella pretendía reavivar con ese ardor a lo Renée Vivien, con ese brío a lo Nathalie Clifford Barney, con e

Anticipaciones de García Ponce

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Hace unos meses leí este cuento creyendo que encontraría descripciones elocuentes, ritos exquisitos, hedonismo puro y transgresiones en todo nivel, pero nada (nada de eso) porque puede que este insólito García Ponce sea incluso mejor que el habitual. A mí me ha encantado y lo recomiendo mucho, aunque en las primeras líneas fruncí harto el ceño. Primero que todo, los personajes no tenían nombre de persona sino de odiosas letras -A y B se saludan, A y B caminan por la calle...- Uhm, solo Kafka puede, pensé y casi lo dejé hasta ahí, pero seguí sin esperar mucho y como amenazando al cuento en cada línea de que si no se ponía bueno, paraba. En la segunda página más o menos, el cuento seguía tan lánguido como mi lectura, pero ya en la quinta, el protagonista, personaje sin voluntad – o con la voluntad única de no tener voluntad- se extendía a su antojo describiendo cómo se dejaba arrastrar por la vida con un solo recuerdo -objeto de adoración- en su mente, y me empezó a gustar. M

De sacerdotisa sus ojos de pájara

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Toda azul - Azul es mi nombre -dije. Los jardines del hospicio con estatuas, con flores obscenas. Los vestidos de azul iban y venían como quien recita un mismo poema interminable. - ¿Por qué traes los ojos tan fijos? -dijo. Yo misterio mi mirada para que al mirarla no se vuelva azul la rosa rosa. Aquí vienen mis tres amigas: V., S. y O. O.: de sacerdotisa sus ojos de pájara, de topo sus manos, de reina de desterrados su voz. O. me cuenta cuentos de muertes inacabadas. - O., tengo miedo de este gran NO que se me sube a la cabeza. Hablamos. Así somos dos quienes se reparten el botín, el peso del cadáver. V. me insta a responder al llamamiento. Amiga cercana como el dolor de mi nuca. Rigurosa como una emperatriz bizantina, es capaz de morir por una palabra mal pronunciada. - Lugar azul se llama mi recinto -dije. Es tarde para gritar. El embaucamiento degradó las apariencias. - Jaula azul -dije indicando la prisión donde yacía. - ¿Por qué crimen? -preguntaron las damas