Pálido fuego, día de otoño

Día de otoño

Señor: es hora. Largo fue el verano. 
Pon tu sombra en los relojes solares, 
y suelta los vientos por las llanuras. 

Haz que sazonen los últimos frutos; 
concédeles dos días más del sur, 
úrgeles a su madurez y mete 
en el vino espeso el postrer dulzor. 

No hará casa el que ahora no la tiene, 
el que ahora está solo lo estará siempre, 
velará, leerá, escribirá largas cartas, 
y deambulará por las avenidas, 
inquieto como el rodar de las hojas.


Don Rilke



50
Yo tenía allí un nogal joven, favorito,
de amplias hojas jade oscuro y negro, y fino
tronco vermiculado. El sol poniente
povonaba la corteza negra alrededor, como guirrnaldas
desatadas, caían las sombras del follaje.
Ahora es fuerte y rugoso; ha crecido bien.
Las mariposas blancas se vuelven lavanda cuando
atraviesan su sombra, donde parece mecerse
delicadamente el fantasma del columpio de mi hijita.

Nabokov - Pálido fuego

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