Hágase la luz





















Conmovedoramente exquisita una M se ha instalado en lugar de la doble L. Ella, que era todas las mujeres se ha individualizado en una que no es él y que por lo tanto  establece un continuo choque de  estanques de agua.  Nuestras cavidades no se están quietas jamás por lo que obviamente pueden rozarse formando acantilados y hasta corriente. Entonces, hágase la luz, si ella quiere beber de mí. Porque insiste en el blanco cuando decide cómo va a ponerme la mirada, en la desorbitación como constante, en el estado de inocencia que linda, como siempre, lo perverso. No sería extraño que esta mujer, particular mujer de la que hablo, un día, antes de almorzar, en pleno medio día acelerando los poros, me dejara con la vista vuelta hacia adentro, de manera que pudiera observar, a lo mejor, si nuestra divinidad lo permite, el choque de las neuronas más brillantes y los tumores que la pena alguna vez me instaló.

Es un párrafo muy confuso y atolondrado el anterior, ya lo sé,  pero tiene el ritmo y la velocidad de la respiración cuando algo rico huele en la cocina. Ya, esta mujer, la exuberancia en un cuerpo pequeño y perfectamente alcanzable con todas mis extremidades de animal terrestre. Ya, su boca desteñida de labiales, pintada de su cansancio de horas trabajando de pie en aquel suburbio de momias. Sus labios pálidos coronando su mandíbula recta y firme que también es mía cuando todo toma de mi. Sí, es un rostro maravilloso el suyo, y me gusta verlo también cuando es de noche, aún más cuando es de noche en realidad, si está encendida la lámpara y la luz atenuada hace que no tengamos más que un color de pies a cabeza.

Quisiera leerle algo la próxima vez que simulemos estar en la playa echándonos bloqueador sobre nuestros muslos y espaldas -tatuada una, cicatrizando la otra- ¿Que qué me gusta a mi? Me pregunta cuando ha acabado y ha logrado esa sonrisa liviana que tanto me gusta, me pregunta, con sus ojos entrecerrados que no se enteran de nada si no es por su oído que se queda pegado a mi pecho oyendo mis palpitaciones de pájaro con arritmia. Ella se entera de todo porque en la piel tiene censores y bajo la lengua termómetros y radares en las manos, se entera de todo...

Yo creo que pronto le leeré esto para que sepa que sé que todo lo sabe, espero no sonar así como trabalenguas, espero que mi voz suene delicada y que no se asuste como aveces cuando llego y no la suelto en la cocina. Espero que me prepare zapallitos italianos  y que se pare frente a mí, como siempre, esperando ver mi cara de felicidad al sentir que les ha puesto limón. (Yo en realidad no debo saber que les ha puesto limón, sino solo que saben como zapallitos italianos pero con algo distinto que ay! por dios no sé qué es, y es ese no sé qué el que me aferra al mismo platillo todos los días, porque me retuerzo pensando a qué saben, porqué están así, con este sabor maravilloso nunca antes conocido)


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