Hoy soñé con mi padre


Hoy soñé con mi padre, que levantaba sacos de pasto seco con sus lentes grandes y su jockey eterno, con su ropa sucia e infantil, con parches de letras redondas y de colores. Hoy, o anoche –comprendo hoy, o anoche, la inutilidad del tiempo- yo soñé con mi padre y recordé que existía. 

Mi padre levanta livianos sacos de pasto seco cada mañana y cada tarde y los vacía en cajones de madera. Esos que fabricara cuando yo lo visitaba para hablar de los materiales con que se construye un ciruelo o un barco fantasma. 

Una vez volcados sobre los recipientes los mueve a los corrales en donde gritan hambrientas las cabras que viene criando desde el 2008.


Una vez me conseguí una cámara fotográfica y les tomamos fotos a tres cabras nuevas. Eran blancas y tenían en el cuello una cinta roja que él les había puesto para la buena suerte. Él me enseñó a sentarme entre los cajones y el pasto seco del suelo; el que ya no se comieron y que les sirve luego de alfombra. Me dijo que para conocerlas no basta con tocarles el lomo y decir qué lindas. “Tienes que sentarte, tomarlas y ponértelas en el pecho, no muerden, y están tibias…”. Pero las cabras eran inquietas, locas, locas como cabras y se movían tanto como para tomar puras fotos movidas. 

Soñé con mi padre, entre el Quillay más alto y las raíces de los que se salieron ya de las bolsas plásticas. Soñé con él y sus cosas, su flora y fauna distribuida malamente por el patio chico de la casa.


Y lo imaginé allá, tal cual el sueño. Como si estuviera siendo grabado para insertarme el video en la cabeza y él no disimulara. ¿Por qué iba a disimular ante la hija? Las cosas no se han dado y todavía estoy en este patio chico. Pero ando en conversaciones Nina, no te preocupes que de aquí a fin de año nos cambiamos. Cuando tú vuelvas habré cambiado las cosas. Cuando tú vuelvas Nina, vas a tener un cuarto en el campo y no tendrás para qué irte más. La leche y la carne alcanzan Nina, sobre todo la leche, porque tú sabes que no me gusta matarlas…

A las primeras que tuvo, en el 2008, cuando dejó el trabajo y mi madre ya no quiso su compañía, les pusimos nombres. Yo debo haber tenido unos 18 años, él no más de 40, pero como niños les pusimos nombres: Jodoroswky, se llamó el más querido, fuerte y viejo, el macho cabrío que odiaban los vecinos por ese olor a profunda orina y carne.

A las otras les pusimos Marta y Penélope. Marta, la más loca llevaba el nombre de mi madre. Penélope no sé si por la actriz o la tejedora. 

Todos ellos ya desaparecieron, pero luego vinieron otros a los que ya no les pusimos nombre.
Mi nombre no es mi nombre. Nina no es mi nombre. No tengo uno verdadero porque mi padre ya había tenido hijos. Padre tampoco es su nombre, nunca me ha querido decir el bautismal.Nunca me ha dejado conocerlo, mucho menos amarlo. Pero yo sueño con mi padre, encerrada en un corral de tres por tres lleno de pasto, el que ya no nos comimos, el que nos sirve de alfombra.

Comentarios

Sarco Lange ha dicho que…
Qué hermoso sueño, de verdad que es muy bonito.
SL
yunyunyun ha dicho que…
hay cabras blancas locas, que siempre se comen el pasto de los sueños.
a veces las contamos para dormir, otras para darnos cuenta que vivimos.

...y también está el rebaño negro...
vio le ta ha dicho que…
es hermoso!

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