Tres maneras de conocer el sol
Fragmento de Clase XIV Primera Parte: Afectos pasivos y auto-afecciones.
Tres maneras de conocer el sol
24 de marzo de 1981
Tres maneras de conocer el sol
24 de marzo de 1981
(…) Aún si es peligroso, vuelvo a
mi ejemplo del sol. Ya que a pesar de todo es cuestión de llegar a saber no
abstractamente, sino de comprender concretamente lo que quiere decir panteísmo.
¿Cómo viven y sienten las personas que se llaman panteístas? Yo les subrayaba
que todo esto no es solamente un asunto de filósofos. Hay escritores que se han
llamado pan- teístas. (…) Pienso en D. H. Lawrence. Es cuanto menos curioso
todo lo que Lawrence dice sobre el sol. Tómenlo al pie de la letra. Yo intento
que algo razone en ustedes. Hablo para aquellos que de cierta manera aman el
sol, que sienten que tienen un asunto particular con él. Tomo esta especie de
culto del sol. No voy a decir que Spinoza tenía un culto del sol. Pero a pesar
de todo, ellos tienen algo en común; los dos puntos comunes a Lawrence y a
Spinoza son la luz y la tuberculosis.
Al nivel de las relaciones de
Lawrence con el sol, nos dice que existen, a grosso modo, tres maneras de estar
en relación con el sol. Allí es donde Lawrence hace duros reproches a las
personas. Lawrence las detesta, las desprecia. Spinoza también desconfía y no
soporta mucho a las personas. Lawrence las encuentra demasiado vulgares, no
está cómodo en su época. Poco importa. Aquellos que conocen un poco a este
autor, ven lo que quiero decir. Lawrence dice: «Hay personas en la playa. Sí,
hay personas que siguen esa moda, playa, sol, etc. No comprenden, no saben lo
que es el sol». Su idea es que las personas viven mal. Era también la idea de
Spinoza: «son malvados porque viven mal». Viven mal, se tiran sobre la playa, y
no comprenden nada del sol. Si comprendieran algo del sol saldrían, después de
todo, más inteligentes y mejores. Pero en cuanto se vuelven a vestir, son tan
tiñosos como antes. Más aún, no pierden nada de sus virtudes y sus vicios. Si
alguien llega y les tapa el sol, patalean. Son vulgares ¿Qué hacen del sol a
ese nivel? Permanecen en el primer género. Dicen: «Amo el sol». Pero «amo el
sol» es en ellos una proposición desprovista de sentido. Es como la vieja dama
que dice «Yo, por mi parte, amo el calor». De hecho, eso no quiere decir nada.
Un físico o un biólogo mecanicista la corregiría: «Tú no amas el calor en
absoluto, sino que existen fenómenos de vasoconstricción y de vasodilatación
que hacen que tengas una necesidad objetiva de calor». Entonces el «yo» de «yo
amo el calor» es un yo que expresa las relaciones de partes extensivas del tipo
vasoconstricción y vasodilatación, y que se expresan directamente en un
determinismo externo que pone en juego las partes extensivas. En este sentido,
puedo decir «yo amo el sol». Entonces, son las partículas de sol las que actúan
sobre mis partículas, y el efecto de las unas sobre las otras es un placer o un
gozo. Diría que ese es el sol del primer género de conocimiento que traduzco
bajo la forma cándida «¡Oh! el sol, me gusta eso». De hecho, aquí juegan los
mecanismos extrínsecos de mi cuerpo y las relaciones entre partes: partes del
sol y partes de mi cuerpo.
Segundo caso. Es al menos
diferente; es cuando alguien tiene un asunto con el sol. Y mi pregunta, muy
lawrenciana, es: ¿a partir de cuándo puedo, por relación al sol, comenzar a
decir «yo» auténticamente? En tanto que me caliento al sol, no tengo ninguna
razón en decir: «yo amo el sol», es el primer género de conocimiento. Pero
existe un segundo género de conocimiento. Esta vez sobrepaso la zona del efecto
de las partes entre sí. He adquirido una especie de conocimiento del sol. No es
en absoluto un conocimiento teórico. No voy a decir que soy un astrónomo, sería
un contrasentido. Tengo una especie de conocimiento
o de comprensión práctica del sol. ¿Qué quiere decir esta comprensión práctica?
Quiere decir que me adelanto, sé lo que quiere decir tal acontecimiento
minúsculo ligado al sol, sé por ejemplo lo que anuncia tal sombra furtiva en
tal momento. Ya no registro simplemente los efectos del sol sobre mi
cuerpo. Me elevo a una especie de comprensión práctica de las causas, al mismo
tiempo que sé componer las relaciones de mi cuerpo con tal o cual relación del
sol. ¿Cómo hace un pintor? ¿Qué quiere decir componer relaciones de su cuerpo
con relaciones del sol? ¿Por qué es diferente de sufrir efectos? Tomemos la
percepción del pintor. Podemos imaginar un pintor del siglo XIX que va a la
naturaleza. Tiene su tela sobre el caballete; es ya una cierta relación. Existe
su cuerpo, otra relación. Y está el sol, que no permanece inmóvil. ¿Qué es este
conocimiento del segundo género? ¿Qué es lo que va a hacer el pintor? Va a cambiar
completamente la posición de su caballete, es decir no va a mantener la misma
relación con su tela según que el sol esté alto o que tienda a ponerse. Van
Gogh pintaba de rodillas. En sus cartas habla mucho de las puestas de sol, que
lo fuerzan a pintar casi acostado, para que su ojo de pintor tenga la línea del
horizonte lo más baja posible. ¿Qué quiere decir, desde entonces, tener un
caballete? No quiere decir nada, en absoluto, todo depende de lo que se hace
con un caballete. Y cuando sopla el mistral ¿qué se hace con el caballete?
Existen cartas conmovedoras de Cézanne y también de Van Gogh: «Hoy no pude
salir, no pude hacer nada, demasiado mistral». Quiere decir que el caballete se
habría volado, o bien hacía falta atarlo. ¿Cómo componer la relación
tela-caballete con la relación del viento?, ¿y cómo componer la relación del caballete
con el sol que declina?, ¿cómo terminar pintando cuerpo a tierra? No es la
escuela la que me enseña eso; no es en la Academia que lo aprendo.
Yo compongo relaciones, y de cierta manera me elevo a una comprensión
de las causas. Y desde entonces puedo comenzar a decir: «yo amo el sol».
¿Comprenden? Ya no estoy en el efecto de las partículas del sol sobre mi
cuerpo. Estoy en otro dominio, el de las composiciones de relaciones. Y desde
entonces no estoy lejos de una proposición que nos hubiera parecido loca en el
primer género; no estoy lejos de poder decir: «Sí, el sol, yo tengo algo con
él. Tengo una relación de afinidad con el sol». Ese es el segundo género de
conocimiento. No hay necesidad de ser pintor. (…) Comprenden que ya en el
segundo género hay una especie de comunión con el sol. Ojeen las cartas de Van
Gogh. Es evidente que cuando él pinta esos inmensos soles rojos, es él quien
comienza a entrar en una especie de comunicación con el sol.
¿Qué sería el tercer género? Ahí
los textos de Lawrence abundan. Espero que lo que dije precedentemente no lo
vuelva ridículo para muchos de ustedes. Es lo que se podría llamar a grosso
modo, o en términos abstractos, unión mística. Todo tipo de religiones han
desarrollado una mística del sol. Se trata de un paso más. ¿Qué es lo que hace
que, por relación a su sol rojo, que se come toda la tela, con las ondulaciones
a la Van Gogh, etc. él tenga todavía la impresión de que hay un más allá que no
puede llegar a pintar? ¿Qué es ese «más allá» que no llegará a restituir en
tanto que pintor? ¿Es eso el relevo místico?, ¿son esas las metáforas del sol
en los místicos? Ya no son metáforas si se comprende de este modo: ellos pueden
decir literalmente «Dios es sol», pueden decir literalmente «yo soy Dios». ¿Por
qué? No se trata en absoluto de que haya una identificación. Sucede que en el
tercer género de conocimiento se llega a ese modo de distinción intrínseca. Es
ahí donde hay algo irreductiblemente místico: las esencias son distintas, pero
sólo se distinguen las unas de las otras en el interior. Y es ahí, si ustedes
quieren, que existe algo de terriblemente místico en el tercer género de
conocimiento de Spinoza. Las esencias son distintas, sólo que a la vez ellas se
distinguen interiormente las una de las otras. De modo que los rayos a través de los cuales el sol me afecta, son
rayos a través de los cuales yo me afecto a mí mismo; y los rayos a través de
los cuales yo me afecto a mí mismo son los rayos del sol que me afectan. Es la
auto-afección solar. En palabras esto parece grotesco. Pero comprendan que
al nivel de los modos de vida es muy diferente. Como decía otro autor: «A un
místico ustedes siempre pueden cruzarlo en la calle. Es un tipo que tiene sus
experiencias. Eso no se ve de afuera. Es como usted y yo» Llamo vuestra
atención sobre esto. Son textos del final de Lawrence, justamente cuando él ya
no puede soportar el sol, en virtud misma de su enfermedad. Justamente cuando
el sol es mortal para él, desarrolla esos textos sobre esta especie de
«identidad» que mantiene la distinción interna entre su propia esencia, su
esencia singular, la esencia singular del sol, y la esencia del mundo. Esa
especie de canto al mundo en el cual Lawrence va a morir. Pero va a morir ciertamente sin resentimiento. Va a morir muy, muy
spinozista, luego de una larga caminata a pie. Es en esos momentos que él
accede a estos textos sobre el sol. Lo verán, si eso les cae entre las
manos. Los filósofos siempre tenemos necesidad, para comprender, de acumular
miles de otras cosas que valen por sí mismas. Pero si ustedes leen los textos,
por ejemplo los de Lawrence sobre el sol, eso puede activarles una comprensión
sobre Spinoza que jamás habrían tenido si hubiesen permanecido solamente con
Spinoza. Por poco que sea, para comprender necesitamos de todo el mundo. Y es
por eso también que pasamos nuestro tiempo produciendo contrasentidos, ya que a
la vez no hay que mezclar (…)
En medio de Spinoza, Gilles Deleuze
(*) Trigal con segador a la salida del sol, Van Gogh
En medio de Spinoza, Gilles Deleuze
(*) Trigal con segador a la salida del sol, Van Gogh
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