Ni tan arrepentida ni encantada


No me iba de Valparaíso por el Gitano Rodríguez, tenía la idea de que Valparaíso, el puerto, era la nostalgia y de eso claramente el Gitano Rodríguez tenía la culpa. Pasaron algunos años, dos o tres y un día estando yo en México, Lilian la colombiana me dijo -lo que pasa es que usted todavía no sale de Chile, usted anda acá, camina con nosotros pero todo lo pinta con el color de la nostalgia, entonces durante todo este tiempo no ha podido conocer  nada- yo miraba al suelo cuando ella decía esas cosas y seguramente no pensaba en nada. Hace poco he vuelto a pensar en esto porque al metro se sube un hombre que canta Valparaíso del Gitano Rodríguez, pero con voz de Serrat y un agregado que le hace como sacado de Balada para un loco, entonces las consecuencias son obvias; yo me alargo más allá del vidrio de la ventana y me quedo pegada en el sol que a esa hora está doradito y yéndose y me lleno de la tristeza de todos los pasajeros del metro y de Valparaíso y de los niños y de los ancianos y después me quedo en blanco mirando un punto. Epilepsia ausencia me dijeron que se llamaba, pero yo le llamo nostalgia, ese país propio.

La nostalgia es bella y cruel y bella, me decía otra amiga de más al norte cuando le contaba sobre ideas de fuga de la sociedad. Ella utilizaba palabras como eremitas o Freud y luego decía que yo tenía una mente psicoanalítica -no Kai, no es así- le explicaba yo -lo que pasa es que Freud me copia, tú sabes, se sienta con una grabadora detrás de la puerta cuando nosotras conversamos.

Conversar con Kai era el amor.

Cuando volví de México aquel año muchas cosas habían cambiado aquí, y yo misma asumí un cambio que me persiguió hasta hace poco -y al que perseguí yo también-. Un cambio con nombre propio, femenino: Irene. Conversar con Irene no era el amor, no había que abrir la boca para darse cuenta. Era verla. Era mirar y sentir  su boca apretada diciendo -esto es lo que yo soy. Era hacer coincidir mi cabeza entre su hombro y su mentón en la cama y quedarnos así, satisfechas, sorprendidas, en paz. Era por último, su gesto, ese único gesto que yo le vi hasta cuando dormía, ese gesto que había sido su arma y su escudo. Su marca de infancia. Ese es otro asunto demasiado grande para abordarlo aquí, la infancia de Irene. Solo sé decir que aunque ella envejeciera, se enfermara o entristeciera con la pena más rotunda, no dejaría de tener su gesto de cejas, de ojos, rímel y boca, porque es una esencia y ella bien podría olvidar, cambiar de trabajo o estudiar, rodearse de buena suerte, amarme, pero no dejaría su gesto, por eso no importaba nuestra diferencia de edad ni de estilos, yo amaba el reflejo de lo que había sido en el cuerpo de lo que vendría.

Irene trabajaba en la Petrobras, esa bencinera de Bellavista que vende dos millones de nicotina un sábado por la noche. Cuando tenía turno de tarde yo la iba a esperar y me comía un completo por mientras. Su jefa me miraba con cara de Selma o Patty y yo ponía cara de Lazarillo de Tormes para que me dejara en paz.

Entonces no me iba de Valparaíso por el Gitano Rodríguez y por Irene, a ambos yo los cuidaba. Ambos eran tristes y explosivos, divertidos y llenos de gracia, brillantes. Pero ya ven lo que dice Manuel García que cuando brilla el sol la pena tiene un resplandor, entonces es engañoso. Algo parecido sucede cuando uno termina de llorar y los ojos quedan rosados, como pintados y duelen con el sol y ya no podría salir una gota más por esos ojos, porque ya lo han llorado todo, con todos los mocos y toda la saliva y es un cansancio y hay que dormir al sol, lo mismo, después el sol se acaba y queda la hinchazón sola y seca.




Comentarios

Alberto Espejel Sánchez ha dicho que…
vaya mezcla complicada la de una bahía colorida (ciudad que lo mismo sube que baja con singular alegría), un músico chileno y una estancia en una ciudad potenciadora de todo aquello que sepa a melancolía (a veces enemiga del color)

yo te conocí porque en algún lado te llamaron "poeta de la unam", pero creo que tu sabor es otro
Nina Avellaneda ha dicho que…
gracias por el comentario Alberto y bueno, lo de poeta de la Unam es una simple clasificación que coarta lo mismo que cualquier otra. Un saludo!
Anónimo ha dicho que…
"yo amaba el reflejo de lo que había sido en el cuerpo de lo que vendría"

"Entonces no me iba de Valparaíso por el Gitano Rodríguez y por Irene, a ambos yo los cuidaba"

Entoces esa Irene y la que será tiene re mal pronóstico...si estás para cuidarla pero sólo amas algo que ya no es en un cuerpo que nunca será....
Nina Avellaneda ha dicho que…
A la Irene se le quiere con su pasado y su futuro. De eso se trata.
Anónimo ha dicho que…
exacto...de eso se trata...al fín entendí..lamento que no se borren los comentarios..pero es mejor aún cuando no sólo no los borras..sino que los reafirmas..se acabó

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