Femenino-masculino
La
primera maravilla que debemos notar aquí es el carácter andrógino del Kimnová.
Los dioses masculinos-femeninos son comunes en el mundo del mito. Siempre
emergen con un cierto misterio, porque conducen la mente más allá de la
experiencia objetiva a un reino simbólico donde la realidad se supera. Abren
sendas nocturnas de la memoria y convocan fantasmas infantiles porque en sus
manos se reúnen los astros con luz propia cuando el universo deviene elipsis.
Los fantasmas han de buscar la luz pues niegan lo cadavérico como un mal
ejemplo de lo que alcanzaron. El/la
Kimnová toma formas distintas, a veces macabras según deba
ejercer de día. La noche dispone de una respiración jadeante que permite la
turbación y la muerte, él/ella ama lo alto y lo pequeño, lo oscuro, el blanco
brillante y lo translúcido, la explanada, las hermosas cuencas del mar, los
pequeños montes del valle, el ondular tierno de cien tentáculos lechosos. Ama
las formas y los matices de la noche, el vino que con su verdor entibia los
vientres de su caravana. Mentes toman formas, cadencias toman forma, sonidos
prudentes y estridentes, explosión de compresas. El/la Kimnová es al mismo tiempo
su perfección y su desintegración. La perenne agonía del hombre, sus torturas,
sus equivocaciones, mezcladas en la red de su propio delirio; sus
frustraciones, aun cuando tiene dentro de sí mismo, escondido y absolutamente
inutilizado el secreto de su libertad-
-Leyendo El héroe de las mil caras-
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