Edad, esa equivocada palabra
Memoria genética se abre dentro de su cuerpo coagulando sangre y haciendo más lento el curso de sus movimientos. Eso le pasa a veces; que está en la avenida y los automóviles le parecen naves, la gente es demasiada y repentina, su ropa pequeña e inexplicable. Dónde está la tierra, donde el río, dónde el árbol y el hijo. Siempre tuvo un niño, o una niña, luego fue la madre de muchos y aprendió a cuidar y a curar.
Hoy
piensa que se va creyendo la gran madre de todos por esto, y que no quiere que
nadie la cuide porque jamás. Ayer deseó a una mujer de cabello rojizo y casi la
amó, le dijo flores, canciones, manos y boca. Le dijo historia, novela, aire y
pasado. La mujer respondió edad, esa equivocada palabra. Ella, con coágulos de
sangre, volvió a decir hija, hija mía. La mujer no creyó.
Pero
ella la conoce, desde que era niña, en el valle. Sabe cómo camina y cómo cierra
los ojos. La mujer no sabe que su pecho está lleno de flores, y sin embargo, a
veces, cuando sueña, no puede encontrar sus manos. Si ella pudiera sumergir la
cabeza en el pecho de la mujer, no daría con algo que sostenga a las flores,
daría con nada, daría con el milagro simple de más flores. Pero eso esta mujer
no lo sabe, solo piensa que las manos se le ocultan por vergüenza.
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