El prólogo más bello que leí en mis últimos 58 años
El arte permanece fuera del tiempo, inalterable, a no ser por el ojo que lo ve. Así también el polvo, magna manifestación de la muerte. Entonces, es posible decir que el deseo de «hacer» arte no es sino el deseo de «hacer» muerte, espacio en donde el sosiego es absoluto.
Así, es ineludible para mí, el caer al abismo que se abre al mirar esta serie de lagartas, divertimento extremadamente personal de la artista, que, involucrada en los infinitos juegos y disfraces de sus creaturas, termina por borrarnos la sonrisa e incrustarnos en lo inevitable. Es ahí donde quedo atrapada, en esa grieta imborrable y sonriente que Gabriela Villegas me planta en el camino, y que amable, me obliga a transitar. Pero a diferencia de ella, no puedo sonreír. Los gestos y malabarismos de esas reptiles se me graban en la mirada y me agarran por el dedo hasta hacerme necesario el rastro sobre el papel. Entonces, enlazadas en interminables conversaciones, surge este doble juego, donde el arte no es más que remedo y búsqueda de la angustia que late en los intersticios. De la nada a la nada, de la oscuridad a la oscuridad y en el pliegue de estas muertes, la vida, que a veces nos encandila. Porque, qué es el arte sino ese camino inefable que de pronto nos toma para obligarnos? Qué, sino el deseo de signar la inconmensurable oscuridad? Qué, sino el intento de dejar un rastro, una huella que venza el olvido? Memoria, en este caso, arañada sobre una dura plancha de metal. Ansiedad restringida a un plano donde la fantasía hiere a la dolorosa realidad. Ineludible entonces mi deseo de entrar en diálogo, acaparar esas creaturas que me dicen, me tocan hasta la desnudez, hasta el insomnio de sus cuerpos fríos que buscan, como yo, escapar la precariedad. Dónde estamos, sino en medio de ese juego de lagartijas que busca la tibieza , y sobre todo, qué nos resta sino jugar y continuar?
Entonces, me enredo en la maraña, busco respirar, encontrar salida, para caer con o sin estrépito en otro túnel, otra huella, otra pregunta. Hijos desmesurados del caos, del deseo y del conocimiento, todo amor se nos torna sufrimiento, toda vida se nos torna muerte, todo hallazgo se nos torna búsqueda, toda saciedad hambre, hasta mordernos la cola cual reptil, en ese círculo perfecto que construye un mundo y su contradicción.
Arte entonces, para penetrar sondeando el deseo, para mantenernos sobre la cuerda floja tendida entre esos dos oscuros que sostienen la vida cual ropa que se tiende a orear. Arte, para celebrar-soportar la brevísima victoria, sin sucumbir a la dulce tentación de la tiniebla.
Verónica Zondek, Entre Lagartas. LOM 1999
Verónica Zondek, Entre Lagartas. LOM 1999
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