Presentación de Macarena Areco* de "La Extravía"
La
Extravía
de Nina Avellaneda
Fotos de Nicolás Fazio
Estoy muy contenta
de poder presentarles hoy este libro de una joven escritora, Nina
Avellaneda, de una editorial que quizás podríamos llamar
alternativa, Ediciones
del desierto,
además de provincia, de la Región de Atacama, porque esta
publicación se enmarca en una prolífica y diversa producción
literaria que hace ya unas dos décadas o más se está emprendiendo
en nuestro país, la que, a mí me parece, es una muestra de una
enorme vitalidad, de una necesidad de decir cosas uno mismo, que da
cuenta de una democratización inédita, creo. Aunque quizás en los
sesenta y en la UP, sobre todo, también la hubo, pero no había
entonces las condiciones materiales para que las voces se expresaran
en el papel, en estas cuidadas ediciones como ocurre ahora.
Entonces primero una
idea del contexto, del campo cultural en el cual se inserta este
libro de relatos de Nina Avellaneda, La
extravía,
que me parece, a estas alturas, un campo en permanente crecimiento,
magmático, creativo.
Segundo, y en
relación específicamente con el libro, quisiera, a partir de su
polisémico título, plantear una lectura modesta, que quizás pueda
servir de entrada a este texto, que, por otra parte, no quiero que
imaginen que necesita de muchas explicaciones, puede leerse sin ideas
previas, pero es mi trabajo hoy esbozar frente a ustedes mi lectura.
Y en ese sentido
quiero partir diciendo que La
extravía nos
abre a una diversidad.
La vía,
el núcleo de la frase nominal, la palabra principal de este
paratexto, como diría Genette, propone una guía en el
desplazamiento, un camino, pero no una vía recta, como decía Freud
respecto a los sueños y el inconsciente, es decir principal, incluso
única, sino una que se va por el lado o que quizás complementa la
principal, incluso diría como un plus, pues extra puede significar
un gran agregado, como la extra long cheeseburger de Burger
King
o la talla extra large (realmente traté de pensar en ejemplos más
iluminadores, pero solo estos, populares y consumistas, vinieron a mi
mente).
Supongamos el
camino, que, contra los avisos de su madre, toma la Caperucita o el
camino no siempre fácil de la Literatura que a veces seguimos en
lugar de oficios mejor remunerados, más seguros.
Pero también la
extravía
nos
remite a algo que redundantemente podríamos llamar la exterioridad
de lo extra. O mejor, algo así como la extraterritorialidad de
Steiner que Ignacio Echeverría achaca a Bolaño. Supongamos,
entonces, por usar ejemplos cinematográficos, el mundo devastado que
la pastilla roja hace ver a Neo en Matrix,
o la zona prohibida y peligrosa a la que nos atrevemos a ser
conducidos por el Stalker en la película de Tarkovski solo por la
posibilidad de cumplir un deseo.
También me gusta
cómo ha sido normalizada, gráficamente, esta otra vía en la
portada de la novela, donde no ha requerido ni siquiera de un espacio
en blanco y menos aún de un guión, para expresar la yuxtaposición,
como si la extraterritorialidad ya fuese un derecho ganado, desde el
principio.
Pienso en obras
cuyos títulos hacen referencia a caminos y en relación a estas,
las diferencias que nos propone el libro de Avellaneda: Calle
mayor
de Sinclair Lewis, respecto a lo cual hay aquí una apuesta quizás
por la calle del lado, por la diagonal más nueva que invita a otros
caminos y por otras vidas fuera de la cuadrícula principal. Por
el camino de Swann
en que Proust nos muestra el avance por un camino ya prefigurado,
aunque inmediatamente se expresen la complejidad y diversidad de los
caminos. La vía de Nina Avellaneda no propone pasar primero por lo
conocido, el avance es siempre por lo paralelo. La Calle
de dirección única
de Benjamin, significando, creo, la inexorabilidad de la historia, en
esos tiempos de oscuridad, frente a algo que desde el inicio ya asume
la eventualidad de las sobre y multideterminaciones.
Por supuesto que con
lo anterior no he querido decir que Nina Avellaneda supere a estos
autores, solo intentar hacer una diferencia, un matiz, y una
explicación de por qué esta literatura y en algún sentido toda
nueva literatura es importante, en la medida en que alumbra un
territorio siempre distinto, debido, diría, no tanto a la infinitud
de los lugares o de las experiencias o, si se quiere, de los caminos,
sino que más bien a la de la interpretación a la que infinitamente
podemos someter a los significantes.
Entonces, querría
hacer una propuesta de por dónde van, por un lado esta diversidad, y
por otra este plus, este agregado en La
extravía.
Primero respecto al
género narrativo: lo que Nina Avellaneda nos presenta son cuentos,
más precisamente diecinueve relatos conformando tres partes, pero
son cuentos que no están aislados, que integran una cadena en que
las historias se completan unas con otras. Por ejemplo la de Ana, a
quien en una historia vemos como la amante de Irene, en otro
regresando de México, en otro como amiga de infancia de Gabriel, en
otra despertando en el departamento de Luisa.
Segundo, respecto al
estilo literario (que también puede ser entendido como otra clase de
género) que en este caso y en primera instancia me parece
corresponde al realismo. Por ejemplo:
Irene se sienta en
la orilla de la cama. Mientras Ana va por el café se dedica a
observar rápidamente los objetos nuevos que hay en la pieza y los
cambios de orden: todo está igual, excepto un montón de hojas
blancas pegadas por todos lados. Tienen kanjis japoneses y
recordatorios: “comer lechuga Serotonina”, “escribir Manuel
junta”, “viernes 8:30 La profecía”.
Y ¿cómo has
estado?, pregunta Ana. Trabajando, cosiendo, lo mismo de siempre. ¿En
la bencinera todavía? Sí, todavía. Y tú, ¿cómo estás? No sabía
si era buena idea pasar a esta hora, pero como tú te levantas
temprano y como, además, en un rato entro a trabajar no quise
devolverme a la casa: me voy a ir directo de acá (29).
Pero aquí aparece
el plus, en la medida en que varios momentos mutan a lo fantástico,
como cuando Camila, la arrendataria ejemplar por compulsiva
limpiadora, desaparece pareciendo que nunca hubiese existido, en el
cuento “Un departamento seminuevo”
En tercer lugar, y
para esto también me sirve este relato sobre los peligros del aseo
profundo, el humor, que nos permite, satíricamente, reconocer
nuestra cotidianidad a veces estúpida, pero también distanciarnos
de ella, reflexionar acerca de los intrincados modos en que nos hemos
ido orientando por un determinado camino y quizás pensar en los no
tan complejos (o, al menos, menos complejos de como los imaginamos)
de salirnos de esas especies de laberintos en que nos hemos
encerrado.
Y por último la
poesía, pues si bien La
extravía
es una obra narrativa, un conjunto de relatos, como decíamos, no
pocas veces el modo de contar la historia deviene algo más o algo
menos que el contar, como ocurre en:
No quería salir,
pero le daban palos, palos para que saliera, palos para que se
emborrachara. Mucha ocasión de cama, mucho cuerpo joven listo para
sudar con ella. Tenía al diablo columpiándose adentro, con un ramo
de flores descompuestas entre los dientes y un zumbido de insecto en
el corazón. Tenía al diablo soplándole palabras en el sueño, en
el oscuro viento inmóvil. (19).
O en:
Los fantasmas no
levitan, caminan, como cualquier otro, como tú en este caso. Se
sientan en la cama, miran la televisión, revisan sus correos y
cuentas personales esperando que una noticia lo cambie todo, lo de
siempre, pero hacer click en “Recibidos” más de cien veces no
trae más que cierta descomposición bajo la ampolleta.
Y a modo de coda: no
quiero hablar respecto a la diversidad sexual porque pienso que la
otra presentadora sabe mucho más que yo de eso, y no quisiera
equivocarme. Pero sí mencionar que ésta forma parte de un conjunto
de diversidades que ya están presentes en el sugerente título de La
extravía y
que he intentado, someramente, desarrollar en estas breves páginas.
*Macarena Areco Morales (Viña del Mar, 1967) es periodista, licenciada, magíster y doctora en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha publicado una treintena de artículos en revistas especializadas y en volúmenes de ensayo sobre narrativa chilena e hispanoamericana del siglo XX y reciente, en particular sobre la obra de Roberto Bolaño y de otros autores chilenos de los últimos años y sobre ciencia ficción. Ha organizado y participado en diversos encuentros académicos nacionales e internacionales y ha liderado tres proyectos de investigación sobre estos temas. Actualmente se desempeña como profesora en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
*Macarena Areco Morales (Viña del Mar, 1967) es periodista, licenciada, magíster y doctora en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha publicado una treintena de artículos en revistas especializadas y en volúmenes de ensayo sobre narrativa chilena e hispanoamericana del siglo XX y reciente, en particular sobre la obra de Roberto Bolaño y de otros autores chilenos de los últimos años y sobre ciencia ficción. Ha organizado y participado en diversos encuentros académicos nacionales e internacionales y ha liderado tres proyectos de investigación sobre estos temas. Actualmente se desempeña como profesora en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
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