Uno va cargando
Uno va cargando su vida con cierta
ternura y este “uno” se corresponde con nuestro cuerpo. Mi cuerpo carga con
cierta ternura el cansancio de mi jornada. Mi jornada de 25 años. 25 años y
nada por delante, señora, todo por detrás.
Mi agote se ha prendado de las
paredes de mi cabeza. Mi cuerpo debe cargar con una cabeza huidiza. Esta que
llevo conmigo soy yo, son mis rodillas y mis cuencas. Mi cuerpo debe cargar con
una cabeza huidiza, lo repito por mera disciplina. Trabajo el doble, debo ir
siempre en busca de mi cabeza. Este que llevo aquí soy yo, son mis huesos y es
mi lengua.
Cada vez que he soñado cargo a
alguien. Es la gente a la que he amado. Todos han vuelto a ser niños y yo los
cargo sin dificultad. Los cargo y los llevo de un punto a otro. Mientras dura
el recorrido conversamos. La conversación carece de mimos, es la que llevaría
con un adulto, solo que este adulto tiene una cabecita y se le dobla y me viene
el terror de que se le desprenda.
Uno va cargando con cierto abandono
el amor que para uno era. Uno lo ha entregado todo en quince madrugadas. Uno no
tiene qué entregar ahora que el cansancio vino para quedarse. El niño que cargo
es mi pulso, si me detengo lo detengo y acaba de una vez el ejercicio de ir
hacia adelante.
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